Cuentos y Leyendas de Honduras No lleve cosas que no conoce a su casa - Tips de Honduras | La guía oficial de turismo en Honduras

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Cuentos y Leyendas de Honduras No lleve cosas que no conoce a su casa

En las grandes ciudades de Honduras se han abierto almacenes que venden ropa y objetos traídos de Estados Unidos y de Europa. No crean que la gente pobre es la que acude a esos centros de ventas a los que el vulgo llama las chatarreras, sino que gente adinerada hasta se pelea cuando llegan cajas con cristalería, adornos, ropa, enseres domésticos, etcétera. Visito esos lugares en busca de grabadoras, casetes, discos de acetato —o sea los antiguos LP—, cañas de pescar, engañadores y esas cosas que de vez en cuando aparecen en las chatarreras.

Han sucedido cosas extrañas en ciertos locales de la capital, cuyos nombres no mencionaré. Una tarde me di cuenta de que habían llegado discos de larga duración y fui a escoger los de las grandes orquestas norteamericanas que me sirven de temas en algunos programas de las emisoras donde trabajo. Una de las empleadas, que ya no está, me enseñó un libro en que tiene anotados los nombres y teléfonos de los clientes; entre ellos figuraba el nombre de una abogada que con su puño y letra dejó anotada su dirección y teléfono.

—El otro día —dijo la empleada— la miré entrar. Le revisaron la cartera y se fue al fondo a buscar copas y demás cristalería. Casi todos los clientes habían salido, pero la abogada no aparecía.

La fui a buscar para decirle que a las siete de la noche cerrábamos el local y no la encontré y tampoco la vi salir, pero vea, don Jorge, dos días después nos dimos cuenta de que a esa señora la habían matado por robarle una semana antes de que viniera a este establecimiento. Le cuento estas cosas porque usted sí me va a creer; los demás dicen que estoy chiflada.

Cuentos y Leyendas de Honduras
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Días más tarde llegué de nuevo a la chatarrera y la misma empleada que ya no trabaja allí me tenía otra historia. Todo comenzó cuando le pregunté de dónde traían tanta mercadería.
Me respondió que había producto de Canadá y Estados Unidos y que a veces se encontraban artículos finos que la gente llevaba encantada por 20 o 30 lempiras.

—Hay cuentos de personas mayores —le dije— que dicen que no hay que comprar ropa y mucho menos zapatos porque son artículos en los que viene la energía de sus antiguos dueños, que probablemente son personas fallecidas.

En eso nos interrumpió un señor que allí laboraba como guardia y nos dijo:
—No me lo van a creer, pero a veces en la noche se caen los fardos de ropa usada sin que nadie los toque. Los he visto en el suelo.

Además eso que dice usted de las camisas, pantalones y zapatos es muy cierto.
—Una señora —dijo la muchacha— se llevó de aquí una figura de porcelana.
Era un hombre que representaba a un ejecutivo, una figura muy bonita. “Esta la llevo para que mi esposo la tenga en su escritorio; además se parece a él”. 

La señora se fue muy contenta para su casa, encantada de haber encontrado una figura que le recordaba el rostro de su amado esposo. Pues cuenta la señora que cuando él vio la figurita le dijo: “No lo puedo creer, pero se parece a mí”.

La colocó sobre su escritorio, trajo una cámara digital y le tomó una foto. Lo extraño sucedió cuando ambos se fijaron en que la figurita no proyectaba ninguna sombra en la pared porque estaba situada a una distancia considerable de la misma, pero en la fotografía aparecía en la pared una enorme sombra de la pequeña figura.

Creyendo que se trataba de una casualidad, el señor le tomó varias fotos sabiendo que en la pared no había sombra.

En todas las fotografías apareció la sombra gigante de una figura pequeña. Inmediatamente, la señora tomó la figura de porcelana y la convirtió en pedazos diciendo una oración que reprendía a cualquier gente que se había posesionado del objeto.

Las fotografías fueron borradas de inmediato. Otro cliente —prosiguió la muchacha— compró un forro para servicio sanitario. Estaba usado, pero en buen estado, y conservaba sus vivos colores. Posteriormente, el cliente dijo que se vio obligado a quemar aquel forro porque el mismo día que lo colocó sobre el servicio, media hora más tarde le dieron vuelta a la palanca. 
El hombre se asustó porque vive solo en un apartamento. Fue al baño, revisó bien el mecanismo del servicio sanitario y todo estaba normal.

Por la noche, al acostarse, mientras leía un libro le dieron vuelta a la palanca siete veces. Un tanto nervioso le quitó el forro al servicio, lo llevó a la calle y allí le prendió fuego. Cuando regresó al apartamento, todo estaba tranquilo, la palanca no volvió a accionarse ella sola.

Una señora que escuchaba la conversación manifestó:

—Cada vez que vengo a comprar artículos usados elevo una oración a Dios y reprendo a los demonios que pueden estar metidos en esos objetos. Los demonios viven hasta en la cabeza de un alfiler. Una vecina mía tuvo la experiencia de haber comprado un cuadro con un paisaje muy bonito.

Al fondo estaba pintada una hermosa casa de dos pisos. Pues resulta que cuando ella le daba la espalda al cuadro sentía que alguien la estaba mirando y a veces le soplaban la nuca.Cuando me contó esas cosas le dije que quemara el cuadro y orara por sus antiguos dueños, que a lo mejor habían practicado la brujería.

Me gusta comprar mis cositas, pero todo se lo encomiendo a Dios para que aleje las malas vibraciones de esos objetos usados.
Esto es lo que puedo contarles sobre las cosas que una lleva a la casa sin conocer su procedencia. Por fortuna, a mí no me ha sucedido nada.

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